![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3hPJNrz8Qde9g8sdrCX1pjkypwvsDcCwFb8gxOT1cGJbSkDjEMQGiOd9yjjlycy-3CZ-H5k0XCqeGbv27DhqS0iaK2YWBN8UvuQhAJgcALrZKmjg69mZyv7hVChkPVM42tcYOuqobnA/s200/FullSizeRender.jpg)
Pero sí, a Jefe Indio le gusta el fútbol, es más, le chifla.
Es capaz de verse el peor partido de 2ª o 3ª división (¿existe 3ª división?)
sin pestañear, como si fuera la final del Mundial que ganó España. Es más, se
sabe las alineaciones de todos los equipos y es capaz de retener en su memoria
los cromos que tiene, los que no, cuántas veces los tiene repetidos y los que
tiene su amigo del cole. ¡Ya podría tener tanta memoria para no dejarse día sí
y día también el jersey en clase!
Cuando nació y fue creciendo no mostró ningún interés por
las pelotas y yo muy feliz. Le gustaban los coches y las cocinitas. Pero esta
felicidad no duró mucho. A los 4 años salió un día del colegio, nos miró muy
serio y nos dijo: “Quiero apuntarme a fútbol”. Y su padre y yo, como se nos cae
la baba, y era la primera vez que el niño pedía apuntarse a algo, cedimos.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjohOIDWh4NOeqdLbbxt1RCcN0ZoZbg1EUJcjqXpIXN4P0mzis2i6kueKYdFNWBP0SSOBwO9N1ob6PxbkbmBhMDixYwFqOliB-AkSR6lwvDs640Jckw15K7uYaGPDWrIEfclrtm6o6JTA/s1600/imagesDPYI49QL.jpg)
Y ¡quién me ha visto y quién me ve! Ahí estoy yo, a pie de
campo, animando como si fuera me fuera la vida en ello y celebrando cualquier
jugada. Creo que ya entiendo hasta lo que es fuera de juego. Es más, el sábado
pasado metió un gol y casi se me cae la lagrimilla. Porque no nos engañemos:
odio el fútbol pero adoro a mi hijo.
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