familia2

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lunes, 30 de noviembre de 2015

ESOS CAFÉS MARUJILES


Sí, lo reconozco, soy una apasionada del café. Pero me gusta más si es en buena compañía.

Ya desde jovencita, al empezar la universidad era muy dada a quedar con alguna buena amiga y compartir un café eterno que podía juntarse con el aperitivo y alargarse hasta la comida (con su posterior café incluido). Por aquel entonces las conversaciones giraban en torno a chicos, apuntes, exámenes y a cómo cambiar el mundo.

Según fui creciendo los temas de conversación fueron cambiando, aunque los compañeros de café no tanto. Algunos siguen siendo los mismos, otros dejaron de serlo y luego volvieron y otros sí que desaparecieron. Vino la época de la independencia y por tanto, la decoración, la hipoteca, el alquiler,... Después la época de bodas, de qué regalar, de qué ponerse,... Luego los embarazos, sus síntomas, sus preparativos,... Y por último, los cafés marujiles como me gusta llamarlos.




Soy muy fan de los cafés con otras mamás. Podría, si pudiera, porque con Pequeña India en plena época de gateo es difícil, pasarme horas y horas delante de un buen café y en buena compañía hablando sobre hijos. Y es que no hay nada mejor que compartir historias de crianza con otras madres.

Esta misma mañana he disfrutado de uno de ellos. No ha sido muy largo porque he tenido suerte de que Gran Jefe Indio (es decir, el padre de las criaturas y mi compañero de vida) no trabajara y se quedara con la pequeñaja. Esto ha tendido su parte buena, no he tenido que levantarme 800 veces para perseguir a Pequeña India en su incansable gateo y también su parte mala, yo tengo el poder de la teta y aunque por las mañanas la peque no demanda mucho, no puedo separarme más que un par de horas de ella.

Pues eso, me he levantado, he vestido a Jefe Indio y Jefa India, les he dado de desayunar y les he dejado en el cole. Después a tomar cafetito. Y ahí nos hemos juntado cinco madres con gran variedad de número de hijos, con diferente sexo y diferentes edades a contarnos nuestras penas y alegrías. Que si S. ha eliminado las tomas nocturnas, que si B. está embarazada de su Número 2 y Número 1 está en plena etapa de rabietas. Que si J. tiene mellizos y bajar las escaleras de su casa es toda una aventura matutina. Que si R. está a punto de dar a luz a su segundo, que también va a ser un chico y está preocupada por los posibles achuchones de su mayor al recién nacido. Conversaciones superficiales a primera vista pero que ayudan mucho a ver la maternidad y la crianza con otros ojos. Y a mí, personalmente, me motivan un montón. Y más si son con amigas de toda la vida, qué haría yo sin vosotras.

Una de las mejores épocas de mi vida marujil fue cuando vivíamos en un pueblo a las afueras de Madrid. Jefe Indio ya llevaba varios años en la Escuela Infantil y yo tenía buena amistad con otras dos mamis de dos compañeras de su clase. Mi número 1 empezó el cole ese año y Jefa India la Escuela Infantil, yo me había quedado sin trabajo ese verano, así es que una vez hechas las dos paradas correspondientes para dejar a los niños, nos íbamos las tres a tomar un cafetito a un bar del pueblo. Aún me acuerdo de las largas conversaciones al lado de la chimenea. Voy a confesaros que hubo cafés que se alargaron casi hasta las 12 de la mañana. (P. y M. si alguna vez leéis esto os quiero mucho y lo único malo de vivir en Madrid es no teneros cerca).

Estos cafés marujiles consiguen que me sienta acompañada en este viaje, entendida y muchas veces reflejada en mis amigas mamás. Hacen que me de cuenta de que cada una cría como siente y como más a gusto se encuentra y que todas hacemos siempre lo que creemos mejor para nuestros pequeños. Existen tantos tipos de crianza como madres hay en este mundo y esta es una de las cosas que más me gusta de la maternidad, que cada día aprendes algo nuevo. Y por eso, es tan importante sentirte arropada por tu tribu.

Es más yo he tenido tres hijos y con cada uno han funcionado unas cosas. Jefe Indio no ha dormido nunca no con todas las rutinas del mundo. Pero Jefa India era una pequeña marmotilla con la que funcionaba el baño, el bibe y a la cuna. Pequeña India se adapta a los horarios de los mayores y de momento funciona. Jefe Indio echó siestas hasta bien mayor, Jefa India no y Pequeña India ya os contaré. El mayor come muy bien y de todo y la mediana no.

Así es que nunca está de más compartir estas historias con amigas-mamás y un buen café encima de la mesa.


viernes, 27 de noviembre de 2015

LA HISTORIA DE MIS LACTANCIAS (PARTE II)

Sigo por donde lo dejé el otro día...

Un 6 de febrero de 2011 me hice una prueba de embarazo. Positivo. ¡Estaba embarazada!
Tras el shock inicial porque los niños se llevarían 22 meses disfruté un montón de mi embarazo. Ni una complicación. Además sería una niña. Mi D. A las 35 semanas empecé a tener la tensión muy alta. No era preeclampsia pero me tenían muy controlada. Tras varias idas y venidas a Urgencias por subidones de tensión, un viernes 7 de Octubre de 2011 me indujeron el parto. Estaba de 38 semanas. El parto también es otra historia pero fue rápido y me sentí muy poderosa. Me había informado, ya no era la que era cuando nació Saúl y tenía las cosas claras. Pero tenía claro que no iba a sufrir por el pecho también. ¡Qué error! No me había empoderado lo suficiente…
Nada más nacer, mi número 2 vino directa al pecho. Era tan preciosa… Una buena matrona me ayudó con la postura y se enganchó sin pezoneras en ambos pechos. Pero su turno terminaba y las enfermeras de planta otra vez sabían bastante poco de lactancia materna. Otra vez grietas, otra vez pezoneras, otra vez biberones,… Se puede decir que mi mediana salió del hospital con un biberón debajo del brazo.
En casa seguí intentándolo con la lactancia materna. Mi marido empezó a trabajar a los dos días así es que mi madre vino a pasar otra vez unos días a casa. La lactancia funcionó hasta que mi madre volvió a su casa. Otra vez tuve fiebre y mastitis. Y el miedo pudo conmigo. Fui al ginecólogo a por la receta de las pastillas para cortar la leche y las compré. Tarde un par de días en tomármelas porque aún me aferraba a dar el pecho. Pero cuando me vi sola con dos bebes y con dolores no resistí y me las tomé. Daniela tenía 15 días. 

Y así pasaron casi tres años maravillosos. Mis hijos crecían, yo me ocupaba de ellos y éramos muy felices. Cada vez leía más cosas sobre maternidad y lactancia. Haber tenido dos experiencias tan malas y duras con el pecho hacía que cada vez quisiera saber más sobre el tema. ¿Qué había fallado? ¿Qué se podría haber hecho?... Me leí todos los libros de Carlos Gonzáles, de Rosa Jové, me volví “adicta” a los relatos de parto y lactancia y lógicamente las ganas de tener otro hijo volvieron. Me costó un poco convencer a mi marido y un poco quedarme embarazada pero el día 2 de Junio de 2014 las dos rayitas aparecieron en el test de embarazo. ¡Qué felicidad!

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miércoles, 25 de noviembre de 2015

TU SEXTA VUELTA AL SOL

Y me acuerdo....

Me acuerdo de que hace 6 años estaba pariendo, que hace 6 años te ponía en mi pecho desnudo, calentito, tan bonito. Lo que me recuerda que llegaste a este mundo como un guerrero nocturno y que esa fue nuestra primera de muchas noches juntos.

Me acuerdo de que pesaste 3,355 Kg, que llorabas mucho y que dormirte era una pequeña victoria. Lo que me recuerda que me enamoré de tí nada más verte.

Me acuerdo de aquel primer chichón que te hiciste en el baño de casa, lo que me recuerda que fuiste un terremoto desde aquel 25 de Noviembre de 2009.

Me acuerdo del día que empezaste andar, de tu primer diente, de tu primer corte de pelo, de la primera vez que te pusiste malito y a mí se me encogió el corazón. Lo que me recuerda aquellas noches en vela los dos en el salón de casa mientras veíamos dibujos a horas intempestivas.


Me acuerdo de la primera vez que montaste en bici sin ruedines, de la primera vez que nadaste solo, de cuando aprendiste a patinar, de tu primer gol, de tus primeros pasos, de tus primeras palabras. Lo que me recuerda que siempre has ido demasiado deprisa, creciendo muy rápido,  más de lo que a mí me gustaría.

Me acuerdo de una mañana que te dejé en el cole, dentro de tu clase y cuando ya me iba te oí gritar "Mami,  Mami", me di la vuelta y viniste corriendo a darme un abrazo. Lo que me recuerda que no quiero que estos abrazos se acaben nunca, aunque te haces mayor y tus abrazos se van cotizando cada vez más caros.

Me acuerdo de cuando viniste a ver a India mediana al hospital,  la cara que pusiste y como alucinaste cuando te la pusimos en brazos. Lo que me recuerda que a hermano mayor no te gana nadie.

Me acuerdo de lo que me ayudas a cuidar a India pequeña, como la haces reír y como intentas que no se acerque a los enchufes. Lo que me recuerda que a veces te sientes demasiado mayor con sólo 6 años.

Me acuerdo de cuando empezaste a vestirte solo, a ducharte solo, a leer solo, a escribir solo. Lo que me recuerda que eres capaz de conseguir todo lo que te propongas (y que nunca nadie te diga lo contrario).

Por todo esto y mucho más ¡Felicidades!


Tú me hiciste madre, tú me enseñas cada día y sólo puedo agradecerte que seas mi hijo.

Te quiero Jefe Indio.

martes, 24 de noviembre de 2015

LA HISTORIA DE MIS LACTANCIAS (PARTE I)


Empecemos por el principio…
Desde que tengo uso de razón siempre supe que sería madre, tendría tres hijos y les daría pecho. A todo esto hay que sumarle que ya mayorcita, con unos 22 o 23 años tuve dos primos pequeños que tomaron teta hasta bien pasados los dos años y se les veía tan felices que quería lo mismo para mis peques cuando llegaran.
Y unos años después me quedé embarazada de mi número 1. Mi tía me hizo llegar uno de sus bienes más preciados “Un regalo para toda la vida” de Carlos González. Lo dejé en mi mesilla de noche y ahí estuvo todo el embarazo. Pensaba que la lactancia era fácil y que no necesitaba leerlo.Pasé un buen embarazo excepto por los más de 25 kilos que cogí y un 24  de noviembre me puse de parto. Tras 24 horas de parto (que esa es otra historia) el día  25 de Noviembre de 2009 a las 00:30 de la mañana recibí en mi pecho a Saúl, un bebé precioso que vino a cambiarme la vida y la idea preconcebida de la lactancia que tenía.
  
En cuanto llegué a la habitación del paritorio haciendo piel con piel con mi pequeño le intenté poner al pecho. Había engordado, como ya he dicho más de 25 kilos y mis tetas no se quedaban atrás. Ahora sé que no es un problema pero en ese momento las enfermeras de planta me hicieron creer que el niño no se agarraba por el tamaño y porque tenía el pezón un poco plano. ¡Qué tonta era! Si se hubieran dignado a echarme una mano… Pero no, mandaron a mi madre a comprar unas pezoneras al día siguiente y tras las dos horas de piel con piel y con la presión de la familia para que descansara se llevaron a S. al nido. Sí, soy una de esas madres horribles que lo permitieron… Esas cuatro horas de separación se me hicieron interminables. A las 7 de la mañana me devolvieron a mi niño y por supuesto con un buen biberón entre pecho y espalda que le habían dado en el nido.
Mi habitación se convirtió en el camarote de los hermanos Marx (No exagero, de verdad...) y no había forma de dar el pecho tranquilamente. Las enfermeras poco hacía y aún con las pezoneras el dolor era bastante insoportable. Aparecieron las grietas y para cuando me dieron el alta dar el pecho era imposible. Llegamos a casa y la cosa empeoró. Todo el mundo me daba consejos, todo el mundo pensaba que el niño se quedaba con hambre. Pero yo seguía con mi idea, lactancia materna exclusiva.

A la semana fuimos a la revisión del pediatra. Mi marido había empezado a trabajar y fui con mi madre. S. no había cogido mucho peso y por supuesto, me recomendaron una ayudita. Supliqué (que idiota fui, si el hijo es mío) que me dieran una semana más. Me lo permitieron. Seguí con la teta y a los dos días me desperté con un dolor horrible en el pecho. A las 16:00 tenía 40 grados de fiebre y no tomé nada pensando que no podía tomar medicamentos. A las 3 de la mañana me fui a Urgencias con el papi, mi madre y el niño. Diagnóstico: mastitis; Tratamiento: antibiótico más antitérmico y recomendación de dejar el pecho. No lo dejé porque por mi tía sabía que era lo peor que podía hacer y que por una mastitis no se debe dejar el pecho. A los dos días estaba mejor de la mastitis pero las grietas estaban infectadas y el dolor era insoportable. Alternaba las pezoneras con las tomas directas pero no sé qué dolía más. Mientras tanto, fuimos a la revisión de los 15 días y el niño había engordado 400 gramos. Vamos, que hambre no tenía, quería estar con su mamá pegadito pero yo era muy inocente y los cometarios me afectaban mucho. Además el papi me veía sufrir y cada vez me apoyaba menos con la lactancia. Mi madre que era la que más me apoyaba flaqueaba también.
 A los 15 días empecé con otro subidón de fiebre. Otra vez a Urgencias y el mismo diagnóstico y tratamiento. Sólo que esta vez tenía un bulto y ese bulto dolía mucho y no desaparecía. A partir de ahí un peregrinaje de idas y venidas al médico con fiebre intermitente y un dolor insoportable en el pecho. Siempre lo mismo, antibiótico y antitérmico. No podía más y empecé con lactancia mixta. Por supuesto, el pecho fue a peor y un día 4 de Enero me fui a otro hospital para pedir una segunda opinión. Diagnóstico: absceso mamario; Tratamiento: drenaje a la mañana siguiente en quirófano. Me dieron la opción de quedarme ingresada o volver a la mañana siguiente. Me fui a casa con mi bebé y le di el pecho por última vez. A la mañana siguiente me drenaron, tomé las pastillas para cortar la leche y lloré de alivio. Sabía que podía seguir con la lactancia pero no tenía ni fuerzas ni apoyos. Empecé a disfrutar de mi hijo y de mi maternidad y aunque lloraba cuando le daba el bibe por pensar que no lo había conseguido, era muy muy feliz.

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